Cuando me rozas, apenas
se de mi vida, inconcebida
desde lo que tú propones, casual
terna de la voluptuosidad
y sus vendavales.
Sé que lo real es un segundo
explayado en tu boca,
apenas racimo vigoroso
que al desprenderse, embriaga
de una luz profusa a mis ojos.
Fulminado caigo cuando me miras,
y es tu propósito mi existencia,
una identidad que se extiende
junto a la parquedad de mi sombra,
lo que soñó el río, taciturno manantial
que explorado secunda a las flores.
Cuando me hablas, siento palpitar
mi sangre,
aflora a borbotones, cual corriente
en busca de un eco lejano y difuso,
y no se si me importa la tierra
frente al punzante pecho, en el que respiro.
Doy fe de lo que deseo y no alcanzo,
trato de contener al viento y sus prioridades,
mas sé que en el vértice que te dializa
se haya todo un bosque expectante,
la dual conversión, indescubierta
selva que ignorada, sueño.
Cuando me tocas,
renuncio a la campana, su dominio
de acero que se amortigua de abismo,
y sólo recuerdo tu nombre que concluye
en chorro de mineral fundido,
tu orbe, alminar de un pez dormido,
y convaleciente.
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