Pasarán los días dormidos
en una atalaya esclavizados,
y no sabremos quienes somos
entre cruces plantadas
como si el tiempo existiera.
De lunes, santos y festivos
de puro negro y rojo sangre,
de eneros y abriles largos
encerrados en estaciones,
ahora que siempre es golondrina.
Repleto de ferias y vendimias,
de lluvioso letargo y enojado
fatal de recuerdo siempre negado,
ante la postal aviesa y perenne
a una pared como un cristo crucificado.
Ahora que irrumpe la vid en marzo,
y el hombre del saco nos saluda...
con una cicatriz profunda.
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