Era ya todo lo que no fue,
el discurso de un ancho conformado,
la palidez hecha presencia
en una historia que se acaba,
con la sonora voz de la campana.
Bastó un guiño no previsto,
y nació la hora precisa,
así ajustando al calendario su razón,
como cuando el futuro es sólo miedo
e incita la historia a no repetirse.
Fue un instante, no fue nada,
y ya la tierra todo cubría,
tu nombre, tu historia en los márgenes
de esa otra peripecia improbable,
sujetada con alfileres.
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