Fuimos la copa que promete arisca,
la sazón del fresquísimo granado,
en el verano la tierna ventisca
y en acertar con tu boca atinado,
fuimos lo que a la mortaja confisca,
el sueño primero que engalanado,
traza su humedal a la cellisca
fuimos la planicie de un halcón dorado,
ahora este querer casi mortecino,
se va diluyendo tal como vino,
mecido en un manto azul de gorriones,
se acabó la condena y las prisiones,
lo tutelar del cerrojo felino,
que lejos quedan ya las estaciones
en mis pies cansados de peregrino.
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