Llego a ti y no te alcanzo
con mi abrazo más soñado,
¡que dolor, que descomunal herida!,
¡oh saber que no te tengo!,
y no poder olvidarte, nunca
sabrás de mi desconsuelo,
en el silencio que se rompe
como cristal ya predestinado,
nace imperceptible este amor
de otoños y centinela,
porque la sangre no medra,
porque la luz no se apaga
y trascienden hasta lo primitivo,
así te quiero yo, amada mía
aún después de la vida,
en lo ya extinguido, aún.
Gracias por tus palabras, compañera del alma tan temprano.
ResponderEliminarSi quieres pasar.
luissanchezgarcia.blogspot.com