Venid, saludad a los que se quedaron
a su pesar
en la consigna del miedo,
descubierto el infierno, ya no importa
la vida que no es.
Decir a todos que el dolor sólo duele
y no es bastante, que duermen
los arrumacos de aquella infancia remota,
subid a los cerros y gritar el nombre olvidado,
repetidlo
como cuando era electrizante, infalible a la hora
de la merienda.
No es el vacío ni la nada conquistados,
la ausencia de la lluvia si es que llueve,
ni es la premura de esta calma profunda,
es la lágrima extensa,
y no saber porque se llora.
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