QUIERO VERTE, en un campo de algodón
todo estremecido a tu paso,
que te reconozca el frío y la fatiga
la tierra, y la gravedad de tu curvatura
y ya de vuelta en ese infernal remolque,
yo siempre te preparé tu podio,
que maravilla, ese pañuelo en tu cabeza,
y tu risa, un latigazo acertado en plenitura.
Me fui a los tajos de la muerte
para llegarte abatido y escarmentado,
en un suplicio, por tí liberado
ya de llanto, por tu llanto enjuto
ya de rabia, por tu llamar de bálsamo
ya de ira, por tu sonrisa inmarcesible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario