La distancia que se desgrana
es la que menos importa,
porque saber que se llega
es como morir queriéndolo.
Tras la debilidad
que acumula la flaqueza,
ríos de espuma envolvente
y cien caballos inalcanzables.
Si es azaroso el descalabro,
enajenar al adoquín que espera,
no sirve mas que para lamer
la sangre que se nos va,
y nos deja sin vida,
y en el camino sed,
con la sed el delirio
que nos cansa y nos hace entender...
lo lento del auxilio.
La casa sola,
el campo solo,
solos los pájaros,
la lluvia,
no, no diré que no me importa
la indiferencia que me restituye,
a galopar y no dejar de hacerlo,
huido, herido
olvidado sin desearlo,
sin merecerlo inaceptado
pero libre,
al fin yo libre,
de toda mano libertadora.
Luis:
ResponderEliminarNo sé si tan libre estés, los recuerdos siempre queman la piel. Aunque la distancia -con los años-nos den su alentadora mano, siempre el sopor de la nostalgia nos invadirá.
Muy bello amigo mío.
Besitos.
Taty, ha pasado el tiempo, y continuo llevando los ojos doloridos, algunas veces de una manera casi sistemática, inmensamente ausentes.
ResponderEliminarGracias amiga de Chile.
Abrazos.
Luis.
Un placer llegar hasta ti, y leerte, precioso poema, me ha encantado. Un fuerte abrazo y feliz domingo.
ResponderEliminarMaría, gracias por seguirme y pertenecer a la Ataraxía, por acompañar mis sensaciones en su lenta mordedura al durísimo cuarzo de la noche.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Luis.